31 de julio de 2018

Reseña: «Primavera cruel»


Primavera cruel nos lleva, una vez más, a aquella España de los años 50.
Imagen obtenida de www.casadelllibro.com
 Si con Aguacero pudimos disfrutar a lo grande de las andanzas del inspector Trevejo, este segundo episodio no se queda atrás. Bienvenidos una vez más a la España de mitad del siglo pasado con todas sus consecuencias literarias.

En primer lugar destacaría la fantástica recreación del ambiente político de aquellos años 50. Se refleja en la Policía a través de determinadas decisiones, en la clandestinidad en la que viven algunos personajes y en otras situaciones enmarañadas dentro y fuera de las fuerzas de seguridad. Asistiremos a un escenario donde la represión es la bandera de todos los movimientos de los personajes. Será fácil imaginarse la sociedad de entonces.

Especial mención merece la dicotomía entre el comunismo y la dictadura. La primera facción está representada por quienes no se adaptan al régimen, mientras que la segunda alberga a todos los organismos públicos. En la obra se apreciará claramente la diferencia entre quienes abrazan el férreo régimen y quienes se apartan de él. Las vidas de los personajes se ven claramente condicionadas, así como sus acciones por evitar ser víctimas del sistema político contrario a ellos. Se convierte en una especie de lucha por los valores personales y supervivencia dentro de un ambiente hostil.

Me ha gustado también  lo trabajada que está la inteligencia. Preparaos para asistir no solo a una maraña de hechos de diversa naturaleza, sino también a una ración notable de agilidad mental para moverse por tan pedegrosos senderos y hallar la solución a los diferentes enigmas que plantean las situaciones. Aquí se manifestarán las malas artes en todo su esplendor a modo de guerra, donde todo vale.

La actitud valiente también ha sido reflejada aquí. Nos vamos a encontrar con personajes que, pese a la opresión, van a ir a defender sus ideales hasta el final. Los hay de todos tipos: políticos, conductuales-personales e incluso lingüísticos, que añadirán un toque de variedad a la obra y la hará más realista si cabe: se percibe que nadie es igual que el prójimo. 

Por lo demás, destacaría la agilidad narrativa y un estilo cuidado en el orden de sucesión de los hechos. Os vais a encontrar una lectura cómoda, divertida (porque notas de humor hay) y magnífica para desconectar un rato de la realidad. Me ha gustado pasearme por sus páginas y volver a encontrarme esos escenarios con poca libertad y, sin embargo, abiertos a cualquiera que quiera transitar por ellos.

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