5 de enero de 2021

Carta a SS. MM.

Queridos Reyes Magos:

Acabamos de salir de un 2020 que ha cambiado miles de hábitos sociales. En verdad, el año como lo conocíamos terminó a mediados de marzo, cuando un decreto que ya olía a chamusquina desde hacía algunas semanas nos confinó en casa bajo la losa del estado de alarma. 

Con cientos de proyectos de todo tipo destrozados, casos de maltrato por violencia de género por las nubes, incertidumbre, y unas buenas dosis de desasosiego que escondían el germen de trastornos de ansiedad y depresión, millones de habitantes de todo el mundo se refugiaron en las pantallas para imitar aquel estilo de vida que hubo que dejar atrás, así como en la cultura: cine, documentales, visitas virtuales a pinacotecas y a otros centros de conocimiento del mundo se convirtieron en nuestros aliados para el falso disfrute, pues estaba empañado de una realidad a la que el adjetivo «surrealista» se le quedaba corta. La lectura, cómo no, también formó parte del elenco. 

Yo me valí de lo que me quedaba de Enemigos de Esparta, empecé y terminé Do you speak football? y La suerte de los idiotas y cuando estaba a medias con Los grandes misterios de la historia II  se pudo empezar a ver la luz del sol para más alla de ir a comprar. En los cincuenta días de encierro forzoso (pero necesario), los libros fueron una compañía que alterné con esa pantalla que me daba trabajo, conversaciones y ratos de ocio. Al contrario de lo que quizá le haya pasado a mucha gente, yo me sumergí aún más en la lectura para aislarme en lo posible de todo lo anterior. Una vez más, recordé el valor inmenso de leer, de trasladarte lejos incluso de esa especie de irrealidad que debimos ausmir.

Los meses pasaron hasta llegar al de hoy, cuando los Reyes Magos vuelven a invitarnos a evadirnos del presente. Pero yo este año no os voy a pedir libros, pues no va a solucionar ninguno de los problemas que me/nos rodean. Desde marzo, son demasiados silencios, demasiadas pocas oportunidades, demasiados espaldazos al sentido común. Demasiados males que empezaron aquel mes y que ahí siguen a pesar de que se les puede poner fin y buscar algo mejor.

Mientras hoy volvía a casa desde el súper, me he cruzado con bastante gente con bolsas de establecimientos comerciales, con regalos que se abrirán con una ilusión increíble que mitigará los efectos adversos de nuestro presente: ropa, calzado, gafas, tecnología, libros. Cualquier cosa vale. Me he preguntado entonces que dónde han quedado mis ganas de sentirme parte de un día mágico, aquellos momentos de emoción pueril que me tenían todo el día pendiente de que llegara la noche. Yo qué sé. Tengo claro que lo material no me va a solucionar nada; es más, apuesto a que sería contraproducente que cayese una sorpresa y sentir que el disfrute no fuera el de antes. Algo ocurre. Y eso sí sé lo que es.

Lo diré en forma de lista de regalos: a los Reyes Magos les pido más responsabilidad ajena, de forma que no haya que lamentar que estas hayan sido las últimas Navidades de ese ser a quien tanto quieres; les pido menor sentimiento de soledad, más cabeza, compañía y unión en detrimento de las relaciones tóxicas y el individualismo patológico.

Mientras tanto, que la espera te pille leyendo —si así lo deseas—, que así por lo menos puedes vivir en una realidad que duele menos que esta. Y no te olvides, pese a todo, de agradecer todo lo bueno que tengas.

  


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