En la literatura nos hemos encontrado con muchos detectives y sus cientos de casos; cada uno sigue sus métodos y gestiona las emociones a su manera (y se ayuda de su equipo si es necesario). El caso del protagonista de esta obra no deja indiferente a nadie.
Lo primero que no pasa desapercibido del protagonista es su propio carácter. Un personaje en toda regla por su forma de actuar consigo mismo y con los demás, que sumado a un vocabulario de lo más expresivo y claro contribuirá a facilitar no solo la comprensión del texto, sino también su sentir general ante las situaciones que se le plantean. Más claro, agua.
La obra está empapada de una atmosfera enigmática. Al ir resolviendo casos, las pistas al lector caen a cuentagotas porque apenas se van desvelando detalles. Es un aspecto importante este para mantener el suspense en todo momento, invitándonos a pensar cómo se halla la solución al problema y quién está detrás de la perfidia en cuestión. El tiempo fluye lento a pesar de las rápidas acciones.
Se destaca asimismo la cuestión del liderazgo. Aunque el protagonista no es el jefe, sí que posee facultades para dirigir a un equipo a su antojo. La relevancia de que exista alguien que mueva los hilos se manifiesta de forma clara y hacer ver que a veces no somos nadie si otra persona no nos guía por donde más conviene. Cada caso, eso sí, es un mundo.
El último aspecto que me ha llamado la atención es una de las caras B del protagonista. El relato Y balón al centro es brutal en este sentido y contribuye a darle un sentido muy humano y realista a la obra: todos tenemos otro perfil fuera de nuestro trabajo y el protagonista no es una excepción. Increíble el final, una pasada de reír (se me escapó un improperio al reaccionar).
Con un personaje más que políticamente incorrecto, con un carácter reconocible hasta con los ojos cerrados, y un ritmo narrativo ágil, Antonio Manzini nos trae cinco estupendos relatos donde lo surrealista e ingenioso nos atrapa con el rigor con que su protagonista caza a los malvados.
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