Habrás oído decir muchas veces que criaturas de otra dimensión y planetas conviven con nosotros en el universo. Lo que no sabías, seguramente, es que este libro contiene unas cuantas de ellas capaces de liarla bien parda.
La atmósfera de maldad reina desde el primer minuto. El mundo se transforma de una manera que condicionará el devenir de toda la historia, así como las vidas de quienes pululan por estas páginas. Se trata de una amenaza que no pasará desapercibida desde el comienzo hasta el fin.
Otro buen aspecto que se puede destacar es la evolución de los personajes. La sucesión de los hechos hará que den lo mejor y lo peor de sí y huyan de un perfil plano, mundano, pasando a adoptar uno enigmático y cargado de las sorpresas más inverosímiles de forma paulatina. Imperdibles las revelaciones ocultas tras determinados secretos.
La obra es una referencia al egoísmo y ambición de los poderes públicos. No es novedad que lo quieran todo para ellos, lo cual refleja Más fría que la guerra con bastante claridad. Nos damos cuenta de que el "pueblo llano" no es más que una herramienta para que las altas esferas se salgan con la suya. Da igual con lo que se arramble; hasta los mismos poderosos se verán en situaciones extremadamente comprometidas.
Como en otras muchas obras, aquí también se refleja la importancia del trabajo en equipo. Personas de perfiles e ideologías bien distintas han de compartir tiempo, compromiso y conocimientos para librar al mundo de un problema... cuando ya se le ven los cuernos al toro. Una referencia a qué puede ocurrir si nos descuidamos de nuestro deber.
A pesar de la longitud de los capítulos (se excede para mi gusto), Más fría que la guerra ofrece, junto con un léxico bien escogido y una narración estupenda, una historia entretenida que nos recuerda que el mal puede presentarse bajo cualquier forma y que hay que emplear lo mejor de nosotros para combatirlo con entereza.
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