España fue uno de esos países en los que, tiempo atrás, miles de personas tuvieron que huir de un sistema represivo a otro estado que las acogiese, cosa que no ha pasado desapercibida en la literatura. Ese libro es un ejemplo de ello.
La obra se lee como una autobiografía que parece ser narrada por la propia época. Desde el principio, nos veremos sumidos en un mundo de despedidas, de la búqueda de la esperanza por parte de unos personajes víctimas de la persecución política. Por su carácter, están bien construidos y destaca en muchos de ellos la sombra de la represión al actuar, como si aún fuese peligroso abrir la boca.
Esta novela histórica carece de escenas violentas explícitas, si bien la tensión y la incertidumbre —que podrían verse como rasgos de violencia psicológica— suele hacer acto de presencia a lo largo de la obra. Leer este libro es como asomarse a una ventana donde ves la vida pasar, con todas las características de un destierro forzado: resignación, vivir al día, luchar por adaptarse a unas nuevas costumbres, etc. Hay más de narración que de acción, pero no por eso deja de ser una obra aburrida. Al contrario: empatizas con ella y entras a formar parte de esas vivencias del pasado.
Destaca también el valor de la unión entre los afectados. Familias que conocen a otras en su misma situación harán equipo para sobrellevar los contras de su nueva vida con todo tipo de actividades mezcladas con alegrías y penas. El asunto cobra realismo cuando dentro de esa multitud desterrada hay quien no piensa igual que otros o se comporta de un modo poco solidario. Diferentes personas con diferentes opiniones. Lo de todos los días.
La política aparece como telón de fondo. Mezclada con la incertidumbre del país que han dejado atrás, será protagonista en determinadas conversaciones de los personajes. La situación hace inevitable hablar de ella, lo que es otro punto a favor para el delicado contexto del libro.
Alguna otra historia intercalada, una narración amena de seguir y el deseo ferviente de supervivencia convergen para dar un toque de calidad a una obra que quizá no debió existir nunca, pero que sí refleja el modelo de dificultades e injusticias por las que tuvieron personas que, simplemente, no pensaban igual que otras.
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