Salir de Illumbe y merodear por Getxo, Berango y alrededores no garantiza escapar de una espiral de tensión e incertidumbre constante. Y mejor que sea así, porque significará que estás metido con una novela de Mikel Santiago, sinónimo de calidad y entretenimiento asegurado, como esta.
Destacaría, en primer lugar, el ambiente en que se mueve la obra. Desde el principio, asistiremos a un asunto muy turbio, con mucha mano negra. Esto te conectará enseguida con la tónica de la obra y sus personajes. No tiene desperdicio el dolor que se percibe de quienes lo sufren.
El hijo olvidado es una demostración tanto del poder inmenso que pueden albergar quienes se mueven por entornos peligrosos como del instinto de supervivencia que despierta en quienes se han visto salpicados por acciones de aquellos. Es una lucha permanente entre la vida y la muerte, mezclada con peligro y esperanza, que sucede de forma frenética en cada capítulo.
Sin duda, la obra es una oda a la familia y a lo que somos capaces de hacer por intentar salvar a los nuestros de una amenaza ante la que se muestran indefensos. Voluntad, bravura, ambición y la búsqueda sin paliativos de la justicia firme se dan cita con semejante brío que es imposible no compadecerse del sufrimiento que arrastran quienes padecen las barbaridades de otros.
Por último, creo que globalmente esta novela deja el mensaje de que el mundo no nos debe nada por mucho que obremos con buen corazón en él: siempre aparecen barreras que no premian una labor que merece más que un reconocimiento. Esto es como el mar y las inclemencias del tiempo de la obra: no conocen a nadie, no les importa quien seas ni qué hagas.
Con enorme carga de suspense y una sensación de permanente inquietud, Mikel Santiago nos conduce a un entresijo en el que el más nimio error puede ser fatal tanto para ti como para quienes te rodean.