Largo invierno en París, publicada por Ediciones B, muestra que nada suele ser lo que parece. Imagen tomada de http://adivinaquienlee.blogspot.com.es |
Destacaría en primer lugar la excelente ambientación de la obra. Visitaremos un París totalmente desolado para Francia y próspero para los invasores: Alemania. Las transformaciones de la ciudad quedan a merced de los foráneos, las cuales se perciben desde el burdel más pequeño a los monumentos más emblemáticos. Todo sostenido en una atmósfera de rabia, injusticia y tensión que tendrá efectos sobre los personajes a lo largo de la obra.
Una de las características más destacables de los personajes es la desconfianza. Cualquiera muestra escepticisimo ante el entorno y hechos que le rodean, condicionado aquel por la situación social de la obra. Un reflejo de la guerra y que proporciona una dosis extra de realismo a la historia. Con la desconfianza también se halla la esperanza, el deseo de la supervivencia.
Contemplamos un llamativo contraste social no solo entre invasores e invadidos, sino también en otros personajes ajenos al conflicto en vivo y que, como suele ocurrir, no intervienen más que de manera diplomática. Se mezclan pobres y ricos con cientos de papeles: espías, víctimas, gobernantes, súbditos... Una miríada de profesiones en una época donde escaseaba el empleo y, sin emabrgo, abundaba la riqueza para algunos.
Sorprenden los giros que dan las historias de algunos personajes: desde los más conocidos, como los derivados del pogromo, a los más inusitados. El libro es toda una caja de sorpresas en materia de identidad, sucesos y destinos de quienes la protagonizan, lo cual hará que asistamos a momentos de lo más rocambolescos e inesperados.
La violencia será también un asunto dominante. Debido a la mano dura que siempre acompaña al victorioso invasor en la guerra, podremos pasearnos por momentos un tanto macabros y que hoy día constituyen un grave delito penal. Ya sea física o psicológica, la violencia acontece en cada uno de los personajes de forma distinta y condiciona su devenir.
Unos escarceos amorosos, cotilleos de asuntos oscuros y un sinfín de secretismo, impasividad y prudencia convergen con todos los elementos anteriores en una obra que te hará pasar un buen rato en muchas de sus fases. A partir de la segunda parte costará soltar el libro por disfrutar de la carga adictiva y frenética de la narración.
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